19.11.08

POLÍTICA SOCIALDEMÓCRATA PARA MADRID


¿Se acuerdan de aquellos que al inicio de los 90 declaraban la victoria sin paliativos del capitalismo? Muchos de ello, con la colaboración inestimable de gobiernos conservadores como el de Esperanza Aguirre, han estado durante todo este tiempo haciendo grandes fortunas y son los que ahora reclaman la intervención del Estado en el sistema financiero para salvar sus negocios. Los mismos que dicen estar muy preocupados por la situación, ¡pero para su interior lo están bien poco!

La preocupación y la incertidumbre quién realmente la tienen son muchas personas de bien que observan como la codicia de unos pocos y la pasividad cómplice de otros tantos ponen en peligro sus puestos de trabajo, su forma de vida y el acceso a los servicios públicos más esenciales.

Estamos ante una enorme injusticia que nos indigna a muchos y que viendo como están transcurriendo los acontecimientos nos podría llevar al abandono y la inacción. ¡No creo que sea lo más inteligente! Debemos recordar que la historia de la humanidad siempre se ha construido aprendiendo de los errores. Por ello, el momento actual debe ofrecernos la oportunidad para corregir los desequilibrios en el que nos han metido los neoconservadores de todos los rincones del planeta y, a ser posible, pedirles responsabilidad política cuando proceda.

Los socialistas madrileños debemos ser muy conscientes de este nuevo escenario. Tenemos que ser capaces de visualizar un proyecto político que, desde las esencias que siempre han guiado a la socialdemocracia: la búsqueda de la libertad en igualdad y solidaridad, esté abierto a la internacionalización, la globalización y los nuevos procesos productivos sustentados en la información, la tecnología, la ciencia y la cultura. Madrid reúne las condiciones para ser una región líder en Europa y el Mundo: la densidad de universidades, los centros tecnológicos y la formación y cualificación de nuestra región y sus gentes nos deben hacer ser optimistas ante el desarrollo económico y social de nuestra Comunidad y, por lo tanto, la capacidad para salir de la crisis.

Para ello, necesitamos políticas que rompa con el neoconservadurismo instalado en nuestra Comunidad y que como en muchas partes del planeta está produciendo graves desequilibrios entre ricos y pobres, entre los que tienen una renta garantizada y pueden acceder a los servicios públicos semiprivatizados y los que por haber perdido su puesto de trabajo o no haber accedido aún al mercado laboral tienen que conformarse con servicios residuales colapsados y cada día menos dotados de medios y recursos.

Hoy podemos decir más que nunca que Esperanza Aguirre y sus políticas ultraliberales han pasado de moda y los seguidores de ese modelo han fracasado estrepitosamente por todo el mundo. Nuestra Comunidad Autónoma tiene capital humano y recursos suficientes para ser líder en el mundo pero la desastrosa política privatizadora, seguida de un endeudamiento cada día más exagerado, nos restan posibilidades para ser motor económico, social y cultural en España y Europa. Por ello, los socialistas madrileños debemos liderar socialmente el cambio político que Madrid necesita. Para ello, son prioritarias propuestas inteligentes que desde la claridad y los valores que siempre nos han acompañado a los socialistas reconcilie a la ciudadanía con la política y la gestión compartida de lo público. Justamente lo contrario que están haciendo los líderes del PP madrileño, más interesados en poner los servicios públicos tradicionales en manos privadas y generar inestabilidad en instituciones financieras de referencia en Madrid con la única finalidad de conseguir aumentar su cuota de poder y olvidando la función social que han de producir.

12.11.08

LA CRISIS VISTA DESDE EL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO


Ya somos muchos los que pensamos que la actual crisis nos ha metido en un tiempo histórico. Quizás desde la caída del muro de Berlín, que supuso el desplome de un régimen político y un sistema económico fracasado, no habíamos tenido un momento de fractura en el orden internacional económico tan importante.

Cuando quebró el sistema comunista fueron muchos los que se sumaron al coro que declaraban la victoria del capitalismo y la necesidad de que el mercado funcionase sin interferencias públicas. El “fin de la historia” que proclamó Fukuyama sirvió a muchos para exhibir sin pudor que la mejor manera de organizar la política y la economía en el “nuevo mundo” era tener una sociedad atomizada, con plena desregulación en los mercados y unas administraciones públicas mínimas y famélicas que no fuesen más allá de ofrecernos seguridad y justicia.

Al mismo tiempo que se aplaudía la apertura total en lo económico en el mundo rico, la “invasión” por razones sociales de la inmigración de aquellos que se sienten abandonados a una muerte cierta y prematura en países olvidados, y el terrorismo fanático de la desesperación alentado en sociedades subdesarrolladas dominadas por “iglesias medievales”, hacen que, paradójicamente, esas sociedades ricas cierren el paso en sus fronteras y pongan en marcha maquinarias de seguridad y justicia que socavan los derechos de libertad e igualdad entre individuos que habían adquirido incluso formulación internacional (ONU).

La consecuencia es que durante años hemos estado en manos de brokers, tecnócratas y políticos que en lo económico no han puesto coto a los que entienden que la mejor manera de organizar la economía es la especulación salvaje y la victoria de aquellos que sean capaces de dar “el mejor pelotazo”. Al mismo tiempo, esos que predicaban la libertad plena para la “depredación económica”, han estado reclamando y consiguiendo límites al ejercicio de las libertades y los derechos sociales. El resultado, además de que los ricos atesoren más riqueza y los pobres del mundo cada día sean más, ha sido la quiebra del sistema por la ambición y la codicia desmedida.

¿Lo anterior nos debe llevar a la melancolía y la inacción? Sinceramente creo que no. El futuro de la humanidad siempre se ha construido aprendiendo de los errores. Por ello, el momento actual debe ofrecernos la oportunidad para corregir los desequilibrios en el que nos han metido los neoconservadores de todos los rincones del planeta y recuperar la senda de la sensatez y el equilibrio. La victoria de Obama en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América se puede considerar un primer signo.

Es el momento de recuperar el valor de la política como forma de gobierno del espacio público compartido. La política democrática en la modernidad desde siempre ha servido para regular las contradicciones de intereses propias de una sociedad libre y para que los ciudadanos no se sientan solos y desvalidos a merced del mercado.



El socialismo democrático siempre ha creído que el Estado debe tener capacidad para ordenar un mercado que, sin sustituirlo, le ofrezca la oportunidad de construir sociedades fuertes, ágiles y eficaces que actúan con transparencia y previsibilidad. Un modelo en el que las Administraciones Públicas del Estado social aseguran la cohesión y el desarrollo en una sociedad democrática avanzada mediante la prestación de servicios públicos de calidad a todos los ciudadanos.

Por eso, los socialistas debemos ser muy conscientes de este nuevo escenario. Tenemos que ser capaces de construir un proyecto político que, desde las esencias que siempre han guiado al socialismo democrático: la búsqueda de la libertad en igualdad y solidaridad, esté abierto a la internacionalización, la globalización y los nuevos procesos productivos sustentados en la información, la tecnología, la ciencia y la cultura. Un proyecto que no desprecie el legado de la historia política moderna, preñada de conquistas en libertades públicas y privadas para las personas, y una estructura para la organización de lo público construida durante siglos mediante el sistema “prueba error” que han sido lo mejor de la historia reciente y que no pueden venir a destruir treintañeros con una ambición inversamente proporcional a las ideas que tienen en sus cabezas.