23.3.10

La hora de la política

Los últimos días nos han deparado buenas noticias en la cooperación entre el Estado y las Comunidades Autónomas para reducir el déficit de las Administraciones Públicas. Al final de la semana pasada la Sra. Ministra de Sanidad y Asuntos Sociales presentó, junto con los Consejeros de las Comunidades Autónomas, un acuerdo Sanitario para reducir el gasto farmacéutico. Es bien conocido por todos, que de entre las ingentes partidas presupuestarias que requiere un sistema público de salud de la potencia del que tenemos en nuestro país, el gasto farmacéutico es uno de las más importantes. Por ello, todo lo que suponga optimización de los fármacos y concienciación de los usuarios para un uso racional será fundamental para limitar dicho gasto.


Seguimos ese buen tono esta semana con la reunión de la Comisión de Política Fiscal y Financiera entre el Estado y las Comunidades Autónomas para analizar qué medidas se toman para seguir esa estela de racionalización del gasto y como pueden contribuir todos los poderes públicos para cumplir los objetivos europeos de bajar el déficit público. En España, hoy por hoy, tanto cuando se ponen en marcha políticas de gasto con la generación de derechos y prestaciones para los ciudadanos, como cuando se tienen que aplicar políticas de contención del déficit, siempre se habrá de contar con la acción concertada de Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Es lo propio de un Estado compuesto donde ya nada, o casi nada, se puede hacer sin tener en cuenta los diversos niveles del poder. Por eso es tan importante que los líderes en el Estado y las Comunidades Autónomas tengan en cuenta la gran responsabilidad que tienen. Si se sabotea la colaboración y la coordinación, no es exagerado pensar que se pueda poner en peligro el buen funcionamiento del Estado.

Pero tanto bueno en los tiempos políticos que corren me “empezaba a extrañar”. ¡Efectivamente! Entre tantas alegrías saltó la liebre. Sin saber de dónde y por quién, en los teletipos de las Agencias de Prensa y en los noticieros subsiguientes se empieza a decir que algunos “sotto voce” están pidiendo una moratoria de la aplicación de la Ley de la Dependencia. ¡Bueno! En voz baja, algunos, porque mientras escribo estas líneas he podido oír a la Sra. Consejera de Hacienda de la Comunidad de Galicia decir que “la Ley de la Dependencia es una bomba financiera para las Comunidades Autónomas”. En la misma línea, el Consejero Beteta de la Comunidad de Madrid se ha despachado diciendo que el problema que tenemos es que Rodríguez Zapatero esta inmerso “en una orgía de gasto público”.

En resumidas cuentas. Si la orgía de gasto es el pago de las prestaciones a los desempleados, la asistencia social, el pago de la educación o la sanidad pública y los servicios sociales, la inversión pública para activar la economía y el coste que supone la prestación a los dependientes, supongo que lo que nos están diciendo es que hay que recortar ahí. Parece que sí, puesto que las propuestas que hace el PP es reducir los impuestos, y subvencionar a los empresarios.

Pues si es así, estamos ante un claro e interesante dilema ideológico. Como parece que aún hoy dos y dos son cuatro, si queremos reducir el déficit tendremos que recaudar más o gastar menos. Para ello, tendremos que mojarnos y decir si estamos en un lado u otro. Se bien que una “política económica fina” hace que las medidas sean un poco más complejas que ese maniqueísmo, pero en términos de discurso general es así.


La derecha lo dice bien claro: queremos menos impuestos, más dineros para los sectores empresariales y financieros y menos gasto social. Pues bien, frente a esto los socialistas debemos saber mandar un mensaje claro y alternativo también a los ciudadanos: Diciéndoles que vamos a salir de la crisis sin “pisotear” a los más débiles, comprometidos con las políticas sociales que amplifican derechos y generan empleo –es el caso de la Ley de la Dependencia-, haciendo inversión pública que ayuda a activar la economía y las pequeñas y medianas empresas que pasan dificultad y, aquí esta lo importante, pidiendo un esfuerzo adicional a los que más tienen, porque la solidaridad pública consiste en que el que tiene debe comprometerse más con lo público para que los poderes ayuden a salir del bache a los que tienen dificultades. Porque un Estado Social y democrático necesita tener fortaleza y buen tino para que no se rompa la cohesión social.

El problema es que vivimos en un mundo donde ha triunfado la cultura del individualismo posesivo y hacer políticas que requieran obligaciones y sacrificios colectivos tiene una prensa fatal. ¡Pero cuando los grandes proyectos políticos se han cimentado diciendo a cada uno lo que quiere oír!

16.3.10

La política como despropósito


Hoy me he vuelto a desayunar con dos noticias sobre “los desvaríos” políticos de Esperanza Aguirre que me han cortado la digestión. La verdad es que hace tiempo que me hice el firme propósito de tomarme con más “deportividad” la chulería, el desparpajo y la irresponsabilidad de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, ¡pero no puedo! Tengo que confesarles que me revela su forma tan poco cuidada y su falta de respeto institucional en el ejercicio de la alta responsabilidad que le han otorgado los madrileños.



La primera ha sido el anuncio de que la Comunidad de Madrid va a poner en marcha una “campaña de rebelión” a la subida del IVA aprobada en el Parlamento de España. Lo primero que hay que decir sobre el asunto es que tanto el PP como Esperanza Aguirre tienen perfecto derecho a pensar que la subida del IVA no es la medida económica más adecuada; por supuesto, también me parece bien que ese partido y sus dirigentes hagan cuantas campañas crean oportunas en contra de la medida fiscal ¡faltaría más! El problema es que Doña Esperanza Aguirre se apropia de las instituciones madrileñas y desde ellas se ocupa de atacar las medidas políticas de otro gobierno legítimo –el de Rodríguez Zapatero- y, mientras tanto, descuida el deber de colaboración con todos los poderes del Estado y las obligaciones que su cargo le requiere para resolver los problemas de los madrileños. Esperanza Aguirre debería no olvidar que en nuestra Comunidad hay medio millón de parados y estamos a la cabeza entre las regiones de España en destrucción de pequeñas y medianas empresas.



La segunda ha sido una nueva disputa entre Esperanza Aguirre y Gallardón a propósito del modelo para la gestión de ayudas a la rehabilitación de viviendas. Ayer habían quedado en el Ministerio de Vivienda el director general de Vivienda de la Comunidad y la Concejal de Vivienda del Ayuntamiento de Madrid con la Ministra -señora Corredor- para firmar un acuerdo por el cual a la ciudad de Madrid le corresponderían 17 millones de euros para dicho fin. Pues bien, una nueva “trifulca” entre las administraciones autonómica y local ha hecho que no se pueda cerrar el acuerdo con el Ministerio y, claro está, los afectados serán nuevamente los ciudadanos de nuestra ciudad que no podrán disfrutar de esas ayudas.



Hacer política confrontando con todo el mundo y a todas horas es “marca de la casa” de la señora Aguirre. Un día aparece como la defensora a ultranza de las corridas de toros tan sólo para darle un “sopapo” a Cataluña y la iniciativa que su parlamento tomó para decidir si se prohíbe su celebración en esa región; otro, aparece pidiendo un gobierno de concentración nacional en España para contradecir a su presidente Mariano Rajoy; al día siguiente, pidiendo elecciones generales anticipadas para rematar el golpe bajo a su “supuesto” líder nacional. En definitiva, estar todos los días en las portadas de los medios de comunicación por ser la que más “desparpajo” tiene.



Sin embargo, la señora Aguirre se olvida que gobernar una región de un Estado descentralizado conlleva, además de responsabilizarte de la dirección política de tu territorio, actuar y representar al Estado. Quizás en estos tiempos donde la política se hace a golpe de improperio eso puede parecer una mera formalidad. Pero no es así. Hacer política, muchos más si tienes tan alta responsabilidad, es comprometerse con la gobernabilidad de la Nación, no olvidar la lealtad institucional y el deber de ayuda mutua de todos los territorios y todas las instituciones. Y todo ello, no por exaltación de “míticos” ideales patrios, sino porque es lo que se requiere de los poderes públicos para un mejor y más eficiente servicio a los ciudadanos. Si resulta que hemos construido un Estado con múltiples centros de poder, y esos poderes en vez de utilizarse para la mejor prestación de los servicios que demanda el pueblo se afanan en hacerse la competencia, ponerse la zancadilla y jugar a “estoy dispuesto a perder un ojo si tu pierdes la vista”, luego no nos podemos quejar de que los ciudadanos pongan a los políticos como el tercer problema más grave de España, después del paro y la crisis económica.



Lo lamentablemente aquí, más que en otros sitios, es que con esos comportamientos pagan justos por pecadores. En política somos muchos los que intentamos todos los días cumplir con nuestra obligación y tener altura de miras cuando gestionamos, criticamos o hacemos oposición. Sin embargo, cada día son más las personas que al no saber estar a la altura de sus puestos y responsabilidad empañan el trabajo callado y discreto de muchos que no tiene la suerte de poder proyectar en los medios de comunicación que existe otra forma de entender y actuar en política.

9.3.10

Un nuevo estatuto de autonomía para Madrid



En estos días, por razones puramente académicas, estoy estudiando algunas cuestiones de nuestro Estado de las Autonomías y no pasa un instante sin que me vengan a la cabeza las mil disfuncionalidades que la práctica del autogobierno madrileño presenta cada día.


Como todos ustedes saben, en la Legislatura pasada iniciamos en el Congreso de los Diputados un proceso de modernización de los Estatutos de Autonomía a la que se están sometiendo la mayoría de la Comunidades Autónomas. El proceso aún no ha terminado, y en esta Legislatura están en trámite en la Carrera de San Jerónimo los textos básicos de Castilla-La Mancha y de Extremadura.


El Estatuto de Autonomía no es una norma cualquiera, como decimos los juristas, forma parte del bloque de la constitucionalidad y eso supone que determina las reglas básicas de juego de la Comunidad Autónoma correspondiente. Por eso, hace tiempo que me llama la atención la poca importancia que el Gobierno de la Comunidad de Madrid y, por qué no decirlo, la oposición política madrileña, le da a la modernización del Estatuto de Autonomía de Madrid.


Madrid fue de los últimos territorios de España que accedió a la autonomía, aprobó su estatuto en 1983 y desde entonces, aunque se han hecho algunas reformas, podemos decir que la norma básica de nuestra Comunidad permanece inalterada puesto que salvo los cambios del 98 para asumir las competencias de educación y sanidad, el resto han sido cuestiones menores y de carácter puntual.


Asistimos todos los días a la estrategia de Esperanza Aguirre para estar presente en la política nacional. Es patético ver como se convoca un pleno de la Asamblea de Madrid para debatir sobre como puede contribuir nuestra Comunidad a la salida de la crisis y de lo único que se habla es de lo mal que lo hace Zapatero. No es menos lamentable que todos los días tengamos que desayunarnos con los datos del Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales donde se reitera que Madrid es la última Comunidad de España en aplicar la Ley de la Dependencia. Bochorno produce conocer que la Comunidad de Madrid para “camuflar” las listas de espera sanitarias pone a funcionar criterios de recuento de pacientes distintos a los que se aplican en el resto del país. También tiene “tela”, y aquí me quedo para no aburrir al lector, ver como la Sra. Aguirre se niega a colaborar con el Gobierno de la Nación para la puesta en marcha del “Plan Renove” para activar el cambio de vehículos por parte de los ciudadanos.


Puede que alguien esté pensando ¿qué tiene que ver lo que está diciendo con el Estatuto de Autonomía? Pues más de lo que parece. En Madrid se “manipulan políticamente” las instituciones, en parte, porque las normas que las regulan son débiles y tienen una inconsistencia tal que quedan a disposición de cualquier agente político que quiera retorcerlas y aprovecharse de ellas. Los derechos de los madrileños no están protegidos con toda efectividad porque aunque estén regulados en leyes del Estado siempre aparece un reglamento de la Comunidad de Madrid que al no aprobarse bloquea el ejercicio del derecho… ¡y así en mil casos!


Necesitamos reformar el Estatuto de Autonomía de Madrid. Porque los madrileños necesitan que el ejercicio de los derechos básicos no queden al criterio arbitrario, oportunista y estratégico de un partido político. Porque la política madrileña debe pasar de las palabras grandilocuentes sobre patriotismo al compromiso real y efectivo con los problemas de España.


Para ello, se necesita un Estatuto que establezca criterios claros para la colaboración y cooperación de Madrid con el Estado y otra Comunidades Autónomas. Necesitamos institucionalizar la presencia de Madrid en Europa y el resto del Mundo. Madrid es una Comunidad moderna y la sociedad madrileña tiene muchos intereses en el resto de Europa y otras partes del planeta; sin embargo, el Estatuto de Autonomía no dice ni una palabra sobre cómo Madrid tiene presencia en la Unión Europea. Finalmente, y para no extenderme demasiado, necesita Madrid definir mucho mejor sus competencias, la financiación de los servicios públicos y la relaciones con los municipios.


La política en Madrid hace demasiado tiempo que se sustancia tan sólo con grandilocuentes declaraciones que aprovechan el abundante eco mediático que ofrece la capitalidad del Estado. Sin embargo, ese vocerío esconde una inmensa inconsistencia y una escasa preocupación por el respeto a las instituciones y las reglas de juego que nos dan la autonomía y el derecho de autogobierno. ¿Alguien será capaz algún día de hacer frente a este problema? ¡Veremos!.