20.6.11

EL “SECUESTRO” DEL TC. UNA POSIBLE SOLUCIÓN



Esta semana nuevamente vamos a hablar del Tribunal Constitucional y de sus problemas de renovación en el Congreso de los Diputados. En varias ocasiones en los últimos tiempos, hemos debatido iniciativas de diversos grupos parlamentarios sobre cuestiones relacionadas con los procedimientos de control de constitucionalidad y sobre qué hacer ante la falta de renovación de sus magistrados en el plazo establecido. Tengo que decir que son iniciativas que traen causa en un momento en el cual lo que llevaba a esos planteamientos era el “atasco” que se vivía por la espera de la sentencia del Estatuto de Autonomía de Cataluña y los posicionamientos de pura “oportunidad política” que unos y otros hacían ante dicha ausencia de sentencia o ante la posible sentencia desfavorable a sus postulados. ¡Ahora eso ya ha pasado! Pero, lamentablemente, seguimos teniendo un problema con la renovación del Tribunal Constitucional al igual que con otros órganos del Estado (Defensor del Pueblo, Tribunal de Cuentas, Consejo de Dirección de RTVE).



La Proposición de Ley que ha presentado el grupo parlamentario de Convergencia i Unió para solucionar el problema de falta de acuerdo en los órganos parlamentarios en la designación de los nuevos Magistrados es algo así como si ante la ausencia de medicina adecuada en un hospital para curar una enfermedad se optase por “pegar un tiro” a los pacientes que llegasen con esa dolencia. Dicha iniciativa propone que los Magistrados en funciones que cumplan seis meses en esa situación cesen en sus cargos transcurrido dicho plazo. Teniendo en cuenta que para que el Tribunal Constitucional pueda reunirse debe existir un quórum, no sería nada extraño, en situaciones de atasco político como el que se está produciendo en estos últimos años, que el Tribunal Constitucional tuviera que “cerrar por imposibilidad” para poder seguir realizando sus funciones. ¡Supongo que nadie querrá que se dé una situación de esa naturaleza! Precisamente, evitar eso es lo que hace el Derecho cuando establece una prorroga sin límite de tiempo de los magistrados que han cumplido su mandato: asegurar que la institución seguirá desarrollando su actividad pase lo que pase. ¡Desde luego eso es lo que a mí me parece más razonable desde el punto de vista de la seguridad jurídica y continuidad de la institución!


Por eso, no es al TC donde hay que mirar para solucionar los problemas sobre su renovación, sino a las Cámaras parlamentarías y, en especial, a sus dos grupos mayoritarios que son los que se han de poner de acuerdo para producir la renovación: en estos momentos el PSOE y el PP.



Antes de entrar en la consideración que la posición de los dos grupos mayoritarios me merece al no ser capaces de renovar el TC u otras instituciones del Estado, he de aclarar una cuestión previa: que la elección de las personas que han de conformar estas instituciones se lleve a cabo por el Parlamento me parece la opción más adecuada. Es la que goza de la legitimidad democrática, residenciada en las Cortes Generales, frente a la que proponen otros y que no deja de ser una solución corporativa carente totalmente de aquélla. La independencia es asunto bien distinto: tenerla o perderla no depende de quién haya elegido al cargo sino de las condiciones objetivas que se establezcan para garantizar dicha independencia y de la “fortaleza” y personalidad del elegido para actuar con libertad objetiva y no dejarse determinar por aquéllos que le han propuesto. Es una cuestión que está muy relacionada con la “autóritas” del personaje propuesto: cuanta más autoridad y profesionalidad más independencia, cuanta menos relevancia profesional y prestigio, seguro que es más influenciable. En todo caso, supongo que nadie es tan ingenuo como para pensar que se puede establecer la “independencia subjetiva”, eso resulta simple y llanamente imposible y un contrasentido.



Pero vayamos a la cuestión central: la renovación del tercio de los Magistrados del Tribunal Constitucional que le corresponde proponer al Congreso de los Diputados. En este asunto la Política se la va a “jugar”. Los ciudadanos están muy cansados de los políticos y la política, porque observan que con demasiada frecuencia no somos capaces de resolver los problemas y más bien nos dedicamos a intentar endosar la responsabilidad de la inacción al adversario. La Constitución establece, con buen criterio según ya he dicho, que han de ser las Cortes Generales la que hagan las propuestas de dichos Magistrados –al igual que sucede con otras instituciones como el Defensor del Pueblo, el Tribunal de Cuentas o el Consejo de Administración de RTVE - Una vez que se inicia el plazo para el proceso de renovación, los grupos parlamentarios deben comenzar los contactos para llegar a un acuerdo. En dichas negociaciones todos son responsables. El grupo mayoritario tiene la responsabilidad de dirigir y activar todas las negociaciones, pero los grupos minoritarios, en especial el primer partido de la oposición, también tienen responsabilidad y de ningún modo deberían activar tácticas parlamentarias obstruccionistas para impedir llegar a un acuerdo. Es lo que ha sucedido con la propuesta de Enrique López, en el Senado y el Congreso, que le está sirviendo al PP, puesto que sabía que tenía un veto del PSOE, para justificar su voluntad oculta de no querer llegar a un acuerdo. ¡Eso no es admisible! Y se convierte en un “fraude constitucional” que lleva al bloqueo de una institución básica del Estado.


Pero puesto que las cosas están así ¿qué hacer? Cuando los acuerdos de buena voluntad no se cumplen es cuando debe aparecer el Derecho, la norma. Eso es lo que tendría que suceder aquí. Lo primero que deberían hacer los grupos parlamentarios es reconocer que ellos son los responsables de la situación que se está produciendo en el TC. A continuación, deberían establecer un acuerdo por el cual se “juramenten” poner a funcionar una Mesa de negociación que, mediante la propuestas de candidatos de los distintos grupos parlamentarios y con la única posibilidad de que cada grupo pueda vetar a uno de los propuestos por los otros -y ese veto lleve consigo que el grupo que propuso al vetado pueda proponer otro candidato en su puesto-, en un plazo de dos meses tenga que llegar a un acuerdo.


Desde luego este procedimiento sería conveniente que se estableciese con todos los detalles en el Reglamento de la Cámara, pero tan sólo para este caso, y teniendo en cuenta la situación de excepcionalidad en la que nos encontramos, los grupos se deberían comprometer a que mediante una Moción se estableciese el procedimiento y la constitución de la Mesa de negociación que llevase a la renovación del tercio de los Magistrados del Congreso de los Diputados y el resto de los miembros de instituciones que están pendientes.


Es una solución que sitúa la responsabilidad del nombramiento de las personas de las instituciones del Estado donde corresponde: en las Cámaras. Es una solución que pondría a cada uno en su sitio y que, de boicotearse, permitiría a los ciudadanos, que podrían seguir al día las negociaciones, pasar la “cuota de responsabilidad política” a quién active mecanismos de obstruccionismo parlamentario.

7.6.11

LA LETRA PEQUEÑA DE LAS ELECCIONES LOCALES



Después de más de una semana desde las elecciones locales y autonómicas y una vez pasado el “vértigo” que la emoción de la victoria o la desolación de la derrota produjo en unos y otros, llega el momento de analizar la “letra pequeña” que esas elecciones han escrito en la política española.

Lo primero que se puede observar es que la pérdida de votos del PSOE es significativamente más importante que la ganancia del PP: el primero ha perdido 1.500.000 votos y el segundo ha ganado 500.000. En segundo lugar, Izquierda Unida, que podría ser una fuerza política que recogiese parte del voto que ha abandonado el PSOE, no ha mejorado sus resultados de forma muy apreciable: tan sólo ha aumentado 220.000 votos respecto al 2007. Por su parte, el voto nulo y el voto en blanco que ha rondado 1.000.000 de sufragios incorpora más de 200.000 nuevas adhesiones respecto del 2007. Finalmente, UPyD, nueva fuerza política en estas elecciones, consigue 465.000 votos. Habría que incorporar los datos de otras fuerzas políticas y candidaturas, pero para lo que quiero reflejar en estas líneas creo que esos números son suficientes.

Desde mi punto de vista, con estos datos no es para que el PP esté tan eufórico cómo se mostraba la noche electoral. Desde luego que la sangría sufrida por el PSOE le ha llevado a pintar de azul la mayoría de los municipios y comunidades de España, pero si tenemos en cuenta que la campaña electoral que realizó el PP fue en clave nacional dudo que sea para estar tan contentos.

No dudo que esa campaña en clave nacional haya servido para fijar la estrategia que el PP ha puesto en marcha desde hace años, imputar a Zapatero todos los males que está sufriendo nuestro país por culpa de la crisis económica: el paro, el déficit, la debilidad de nuestro sector productivo, la deuda externa, la crisis de los bancos, etc... ¡Todo culpa de Zapatero! Sin duda, que muchos ciudadanos han comprado ese producto, pero me temo que ha sido más por el disgusto y la desesperación que esas personas sufren ante la situación en la que nos encontramos que por que las propuestas del PP para corregir esos problemas les hayan convencido. Se comprueba, nuevamente, que también en política es más fácil destruir que construir.

Es cierto que la consecución de una victoria tan sonada en municipios y comunidades autónomas puede allanar el camino para la victoria en unas elecciones generales, de hecho, ese efecto se ha producido en más de una ocasión. Ahora bien, de ningún modo garantiza que así sea. Más al contrario, se demuestra una vez más que el liderazgo y el proyecto político de Mariano Rajoy tiene grandes debilidades. La más importante es que, más allá de culpar a Zapatero de todas las desgracias de España, no ofrece ni una propuesta en positivo que le consolide como una alternativa creíble de gobierno.

Por eso, los resultados de las elecciones de 2012 están por escribir. Los ciudadanos nos han dado a los socialistas un aviso de notables dimensiones en las elecciones locales, nos han dicho que por ese camino no vamos bien y debemos hacer cambios importantes. Pero de ningún modo han dicho que estén convencidos que el PP sea la solución que necesita España.

Ahora toca poner en marcha los cambios que nos acerquen a los problemas de los ciudadanos. Para empezar, la más que previsible elección de Rubalcaba como candidato para las elecciones de 2012 aclaran los problemas de liderazgo. Pero digamos las cosas con toda claridad: no es suficiente. Los españoles conocen bien al PSOE y saben lo que quieren de él: políticas de Estado comprometidas con la cohesión y el desarrollo de España que conlleven un fuerte compromiso con la igualdad y la solidaridad.

También quieren representantes que les hablen claro, que tengan proyectos bien definidos y con una estrategia predeterminada. Los ciudadanos no son tontos y entienden de responsabilidad compartida cuando se les explican las cosas clara y sinceramente. Por ahí también el PSOE debe recorrer un buen camino para recuperar parte del electorado perdido, reorganizando sus políticas y explicando con claridad los sacrificios que se reclaman a cada sector de la población.

Si el PSOE sabe corregir los errores políticos cometidos, sabe explicar las decisiones que se han de tomar y pone a punto su organización seguro que podremos encarar con más seguridad la salida de la crisis que se empieza a divisar y, consiguientemente, las expectativas electorales para el 2012 cambiarán sustancialmente. ¡Veremos!