
La desigualdad y la explotación se han producido de forma constante en la historia de los hombres y las civilizaciones, pero nunca hasta ahora los discriminados, explotados y excluidos de la riqueza habían sido tan conscientes de la situación.
Al mismo tiempo, la percepción de la desigualdad social es muy escasa en las sociedades ricas y opulentas, salvo si la desigualdad se produce en el ámbito nacional. La desigualdad tan sólo es un problema si se da en ámbito interior, en el Estado, en la Nación. La pobreza “de fuera” no es motivo de escándalo y alarma social, tan sólo, en el mejor de los casos, conmueve cuando se ven las imágenes de inanición en TV que nos pueden llevar a hacer alguna pequeña contribución a alguna ONG.
Los que pasan hambre y ven peligrar su vida por la miseria y los regímenes despóticos están perfectamente informados de que existe otro mundo donde los alimentos se tiran a la basura, el sistema político ofrece derechos y dignidad a las personas y, aun estando en las peores niveles en la escala social, se tienen unas posibilidades de vida infinitamente mejores que en su tierra de origen. A estas personas, esas imágenes y ese “otro mundo” no se les va de la cabeza cuando se acaba el informativo de TV, les siguen rondando en su cerebro, minuto a minuto, día tras día.
La línea divisoria entre los poseedores y los desposeídos es cada día más tajante a nivel planetario. Pero al mismo tiempo, en una especie de paradoja “inexplicable”, en el mundo rico se construyen teorías y declaraciones que buscan y predican una mayor igualdad al menos en el plano de las normas del derecho nacional e internacional. Ulrich Beck en su obra “Generación Global” señala al menos cuatro factores que han llevado a las sociedades ricas a declarar la igualdad formal:
1. El discurso igualitario poscolonial. Discurso que superó la idea del siglo XIX que consideraba a los “indígenas” como seres inferiores, por lo que el hombre blanco estaba ante la difícil “the white man´s burden” (la carga moral del hombre blanco) para conseguir la civilización de esos seres “atrasados”. 2. La internacionalización de los derechos humanos (Carta de Derechos de Naciones Unidad, Tratados de la Unión Europea, entre otros) que hacen que cada día sea más difícil discriminar por motivos de ciudadanía (entre nacionales y extranjeros). 3. Expansión de modelo de vida transnacional. La estética y la cultura occidental cada día se abre a nuevos territorios y al mismo tiempo cada día hay más gente que ha dejado de vivir pegada a una tierra, a un país, sino que viven en varios países y hace de puente entre dos o más culturas. 4. Nuevas tecnologías y nuevos medios de comunicación. La tecnología ha acercado cualquier rincón del planeta, la distancia geográfica ya no supone distancia social y cultural.
Las normas no permiten una desigualdad tan clamorosa como la que en la realidad se está produciendo en nuestro planeta. Desigualdad que lleva a que unos pocos vivan en la opulencia y muchos en la más infinita miseria. Esas personas excluidas de “la vida digna” que conocen esas normas que los deberían proteger, que conocen que existe otro mundo distinto al suyo, no se quieren resignar a “seguir tirando” hasta una muerte pronta y cierta.
Por eso, son ellos, los de “ahí fuera”, “los excluidos”, los que se rebelan contra la realidad de los hechos que extienden la desigualdad social y favorecen la hipocresía de los ricos que dicen una cosa y hacen la contraria. De ellos es el futuro y ellos son la generación global. Frente a lo que se pueda pensar, no van a ser las generaciones occidentales, las de los países ricos, las que marquen el futuro. Muy al contrario, serán los “no occidentales”, aquéllos que estando más allá de nuestras fronteras nacionales y prestos a asaltarlas se sublevan contra la condena por razón de origen que les tiene en la miseria y les lleva a la muerte prematura. Ellos son lo que marcarán lo que serán los próximos años. Como dice Ulrich Beck, la generación que va a cambiar el mundo en las próximas décadas no está en las universidades londinenses o neoyorquinas: serán las generaciones “quiero entrar ahí”, las generaciones de personas del Tercer Mundo que gritan con las escasas fuerzas que les quedan “¡quiero vivir con ellos!” los que construyan el nuevo tiempo.