3.7.08

PASIÓN POR EL FÚTBOL, DESVARÍO EN LA POLÍTICA


Aunque pueda parecer paradójico, las pasiones y las emociones públicas se pueden gestionar de dos formas bien distintas: aquélla que busca tratarlas con cierta racionalidad, para que con ellas se engrandezca la unidad y la camaradería; y aquella otra, que pretende que sirvan para el enfrentamiento, la ruptura y el “choque de trenes”. Y si no, miren dos acontecimientos de estos días que, sin duda, han conseguido “calentar los corazones” en nuestro país: la selección de futbol y la afición española disfrutando de sus éxitos y el señor Ibarretxe y su referéndum sobre el derecho a decidir del pueblo vasco.



La selección española es motivo de un inteligente orgullo, porque ha mostrado un equipo generoso que ha hecho el mejor juego del campeonato, un entrenador lleno de templanza, humildad y control de la situación y, para rematar la jugada, una afición que se ha divertido, se ha enorgullecido con la victoria y, al mismo tiempo, ha ofrecido su alegría y su fiesta a los aficionados de los equipos rivales.



Por el contrario, Ibarretxe ha puesto en marcha una estrategia rupturista bien calculada. Una jugada para el “victimismo” y la división entre “buenos y malos vascos”. Un plan no para el acuerdo de un pueblo que lleva casi cuarenta años desangrándose, sino para intentar conseguir a la desesperada una pírrica mayoría electoral en las próximas elecciones.



Les tengo que confesar que yo no soy aficionado al fútbol. Pero también les digo que la calidad de juego y la profesionalidad e inteligencia de nuestros jugadores me han hecho estar pegado al televisor y enorgullecerme de esos chavales tan virtuosos. No menos me ha llamado la atención el comportamiento del entrenador, que, con discreción e inteligencia, ha llevado a su equipo por el camino del triunfo y, cuando los periodistas le ponían por “las nubes”, respondía con gesto de hombre curtido y sin ambiciones que “todo ha sido gracias a los jugadores y el sentido de equipo que han mostrado”. Finalmente, me ha sorprendido la naturalidad y el saber divertirse de la afición, que se ha alegrado y ha sacado su orgullo a las calles, no para enfrentarlo con otros, sino para confraternizar con los aficionados de todos los equipos.



Al final la copa y la alegría desborda. Los abrazos, las felicitaciones, los cánticos, incluso seguro que habrán aparecido algunas lágrimas de emoción y felicidad. Sin embargo, el cierre también nos ha reservado otro símbolo de grandeza, cuando Palop se enfunda la camiseta que llevaba Arconada en 1984 en aquel partido donde Platini, el mismo que este domingo tuvo que poner la medalla de ganadores a los jugadores españoles, nos coló el gol que nos dejó fuera del triunfo ese año. Sin duda estamos ante una generación de jóvenes futbolistas que no sólo juega bien al fútbol y lo disfruta, sino que tiene la grandeza de acordarse de sus mayores en la victoria. ¡Se puede pedir más!



Lo del “Plan Ibarretxe Dos” es otra cosa bien distinta. Estamos ante una Ley que el lehendakari se ha sacado del bolsillo del cálculo político cortoplacista. Y desde mi punto de vista, es el mejor ejemplo de cómo hay dirigentes políticos que no ven más allá de “sus narices” y de lo que a ellos les conviene, aunque sea lo peor para su pueblo. Es la estrategia de aquéllos que piensan que la mejor manera de obtener beneficios políticos es calentar los corazones y remover la irracionalidad pese a que estén cavando una inmensa sima que va a dividir mucho más a su gente.



El Señor Ibarretxe sabe que lo que plantea es un referéndum inconstitucional, aunque lo intente presentar como consulta popular. Pero mire usted, ¡si lo que está planteando es que mediante esa consulta se pueda decidir si Euskadi se independiza del resto de España! Y eso, se ponga como se ponga, no es comparable con la consulta que hace un alcalde a sus conciudadanos para conocer si quieren que se cambie el nombre de la plaza del pueblo.


Ibarretxe sabe todo esto, pero sigue… y lo hace porque su interés está en avivar los instintos más bajos de los vascos, su jugada es generar división y enfrentamiento, demonizar al rival político y esperar que la violencia que generan las pasiones sin control dé resultado electoral en las próximas elecciones. Pero, una vez encendido el fuego del agravio y puesto en marcha el “victimismo”, ¿quién lo podrá apagar? y ¿cómo? ¿No será entonces el tiempo de los violentos que raudos vendrán a mostrar al pueblo vasco que sólo su solución de fuerza puede acabar con las llamas que abrasan Euskadi? Pero claro, eso Ibarretxe no lo ha tenido en cuenta o le importa poco.



Con la selección de fútbol todos los españoles de buena voluntad nos hemos alegrado y sentimos un sano orgullo. Pero ¿qué va a pasar con el despropósito de Ibarretxe? Me temo que tan sólo nos queda aplicar la inteligencia del “sabio de Hortaleza”: todo lo que pasa conviene.

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