16.2.10

Confianza




Aunque no es uno de los temas que más me apasionan, he decidido “tirarme a la piscina” y hablar de economía. Para aquellos que quieran ahorrar tiempo ya les anuncio que de economía no se “ni las cuatro reglas”. ¡Vamos, que lo mío no se soluciona en dos tardes! Pero tal como está el panorama, y el mareo al que nos someten los expertos con “finas valoraciones” con las que nos quedamos igual o peor que antes de escucharlas, me ha parecido que no vendría mal la opinión del “ciudadano corriente”.



Que estamos inmersos en una de las crisis más graves que España ha pasado en las últimas décadas creo que nadie lo duda hoy día. El número de parados, la recesión, el déficit público y la atonía industrial y comercial de nuestro país lo evidencian con toda claridad.



Inclusos los que no sabemos de economía intuimos que “la crisis perfecta” en la que vivimos es consecuencia, en realidad, de la conjunción de dos crisis: la crisis financiera internacional, que parece está pasando; y la crisis inmobiliaria, junto con la debilidad histórica de nuestro sector productivo, que me temo vamos a arrastrar aún durante algún tiempo.



La crisis internacional empieza a remitir. La economía norteamericana y las grandes economías europeas han empezado a crear riqueza y presentan de nuevo un PIB positivo. Muchos piensan que si los grandes crecen, el efecto arrastre será suficiente para que los países más débiles también salgan pronto de la crisis. Sin embargo, tengo para mí que eso no tiene por qué ser así, al menos a corto plazo. Me explico:



Hemos vivido una gran crisis financiera que ha necesitado de cuantiosas sumas de dinero para poder reflotar a grandes bancos que se encontraron de un día para otro en situación de quiebra técnica. Al mismo tiempo, muchos países han tenido que hacer cuantiosos gastos para proteger su estado social y a los miles de desempleados que la crisis generaba. Tampoco se ha de olvidar que esos países han tenido que intentar dinamizar su economía con fuerte inversión pública. Todo ello ha supuesto un espectacular aumento del déficit público y la necesidad de que, en este momento, la reactivación económica se tenga que hacer atrayendo grandes inversiones internacionales.



Los Estados que cuentan con una economía productiva fuerte, con mercados laborales dinámicos, empresas tecnológicamente desarrolladas y sectores productivos diversificados, lo tendrán más fácil. Ofrecen más confianza y seguridad. Los países que tienen problemas estructurales en su economía: escasa diversificación productiva, un mercado laborar excesivamente rígido, falta de desarrollo tecnológico y un abultado paro, necesitan tanto o más que los otros países la inversión extrajera, pero ofrecen menos confianza y seguridad al dinero transnacional y, por lo tanto, lo tendrán más complicado. En definitiva, que los criterios económicos de siempre, los que llevaron a la crisis, son los que van ha determinar quién, cuando y como se financia la salida del túnel.



Aquí es donde estamos ahora. Al final del túnel de la crisis económica internacional. Todos intentando atraer el dinero transnacional para activar sus respectivos sectores productivos. Por eso ahora empiezan los “codazos” y las estrategias de descrédito de unos u otros, porque todos quieren conseguir el dinero especulativo para su economía. ¡Pero si esto es así! Si la salida de la crisis la vamos a sustentar en aquellos que produjeron el gran colapso financiero ¿Qué hemos aprendido de todo cuanto ha pasado? ¿Quién nos garantiza que no va a volver a pasar dentro de unos años? Me temo que nadie.



Por eso, aunque pueda parecer una contradicción, lo mejor que podemos hacer los españoles es aprovechar las circunstancias para fortalecer nuestra economía productiva. Corregir los desequilibrios estructurales, desechar las estrategias de “dinero rápido” con “monocultivos” económicos como ha sido durante los últimos quince años la construcción –“el gran milagro de Aznar y Rato” que tanto jalea el PP-, e invertir en ciencia e innovación para que nuestras empresas sean competitivas en un mundo definitivamente abierto donde todavía hoy, desgraciadamente, prima la ley del más fuerte.



Para ello, estaría bien que todos arrimáramos el hombro. El Gobierno no descuidando a los más desvalidos e implementando estrategias de reducción del déficit, los sindicatos mirando más allá de los intereses de sus afiliados en activo, los empresarios no aprovechando la crisis para sacar beneficio y la oposición olvidándose del rédito electoral de la situación en la que nos encontramos y pensando en cómo pueden ser útiles a los intereses de España y sus ciudadanos. ¿Será posible?

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