21.7.10

La política necesita vacaciones




Definitivamente, la política española necesita unas vacaciones. Aquéllos que asocian ese período de tiempo estival con algo parecido a un premio por el trabajo realizado durante el año, pensarán que muchos políticos no se han merecido dicha recompensa. En términos generales, creo que no es así, en la política también hay quién trabaja duro. Sin embargo, las vacaciones a las que me refiero son de otro tipo: es un tiempo para pararse, para pensar, para meditar, para observar con detenimiento los acontecimientos y poder adoptar desde la reflexión y el análisis sosegado las decisiones políticas.


Es cierto que la política, casi por definición, actúa sometida al principio de la inmediatez. Se dice de un Expresidentes del Gobierno que, cuando un colaborador suyo le interrogaba sobre para cuándo tenía que tener lo que le había pedido, le respondía: “...para antes de ayer”. Pero lo que caracteriza al ser racional y, por extensión, a las instituciones que actúan con pautas propias de los sujetos que las conforman, es que necesita analizar las situaciones, entender los acontecimientos, elaborar propuestas de respuesta y, una vez ensayadas, ponerlas en práctica. Todo ello, irremediablemente necesita tiempo, claridad y un cierto sosiego.


Sin embargo, los acontecimientos políticos más importantes que están en la escena nacional y, quizás, también en la internacional, requieren respuestas inmediatas, instantáneas. Parece como si detrás de todos esos acontecimientos, que demandan respuesta al segundo, se ocultara una “mano negra conspiradora” que pretende que todos nos volvamos locos haciendo un día una cosa y al otro la contraria. Da la impresión como si algunos se hubieran conjurado para que el estrés, la tensión y la improvisación actúen como armas de destrucción de la capacidad para ver, analizar, entender y responder, que es lo que caracteriza a los seres humanos.


Cuando nos sentimos de esa forma, es cuando resultan imprescindibles unas vacaciones. Se necesita parar. Desactivar por unos días y tomar oxígeno, para después volver con la cabeza ordenada y las ideas aclaradas.


Si vemos cómo se comportan algunos en los últimos tiempos, cuestionando las instituciones, ninguneando los poderes del Estado y diciendo una cosa y la contraria, parece bastante claro que hay que recomendarles vacaciones. Seguro que los ciudadanos lo van a entender bien, y puede que hasta premien a aquellos que tras el descanso vacacional recobren el sentido y el equilibrio. Si por el contrario, seguimos en las mismas: “erre que erre” en los despropósitos, muchos tendrán vacaciones…definitivas, cuando esos mismo ciudadanos les manden a su casa.

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