26.1.10

Incendiando la convivencia


Tengo que confesar que no termino de sorprenderme con el nivel de demagogia y oportunismo que muchos despliegan cuando se aproximan unas elecciones. Cuando veo la forma en la que PP se ha “recolocando” en el asunto del empadronamiento de inmigrantes en Vic y Torrejón, el estómago se me revuelve, y esa forma de hacer política me produce repugnancia y me entran unas ganas desesperadas de gritar a toda la ciudadanía: pero, ¿se pude aguantar tanta miseria e inconsciencia? ¡Por favor revelémonos ante este comportamiento político!
La llegada de inmigrantes a España en los últimos quince años ha supuesto que aumente la población en más de cuatro millones de personas. No se debe olvidar que esos nuevos ciudadanos han ayudado a rejuvenecer una pirámide poblacional altamente envejecida por los escasos nacimientos y el aumento de la esperanza de vida. En lo laboral, durante todos estos años, han ocupado sectores laborales poco apreciados por los autóctonos: trabajos agrícolas, empleo en el hogar, cuidado de ancianos y niños, hostelería, etc. Yo nací en un pueblo agrícola de la Mancha y frecuentemente voy a visitar a mi familia y tengo la oportunidad de observar cómo hoy día sin los inmigrantes las recolecciones de uva, aceituna y otros productos agrarios serían imposibles.
Llevamos más de año y medio de dura crisis económica y los primeros que han sentido el zarpazo del paro y los rigores de quedarse sin ingresos para vivir y hacer frente a su gastos han sido los más débiles en la cadena laboral: en gran medida inmigrantes que trabajaban en la construcción, en los oficios anejos a aquella o en la hostelería. Aunque no es tan frecuente de ver en televisión, en los locales de las ONGs de ayuda a los pobres diariamente se forman grandes colas de estas personas que buscan una bolsa de ayuda alimentaria (pan, leche, fruta, legumbres).
Sin embargo, pese al aumento tan espectacular de la población en tan pocos años y el fuerte impacto del paro en personas con tan complicada situación para subsistir a pesar de la falta de trabajo, no ha habido en nuestro país revueltas sociales, grandes alteraciones del orden público o enfrentamientos entre conciudadanos. Por eso, si en términos generales la gestión de la inmigración y las políticas de integración social y laboral están siendo positivas en España ¿qué sentido tiene que ciertos políticos vengan a confundir y a complicar las cosas cada vez que se aproximan las elecciones?
La Señora Sánchez Camacho – del PP de Cataluña- ha dicho que “aquí no cabemos todos” y el Señor González – del PP en Madrid- que la negativa al empadronamiento de Torrejón es para evitar los “piso patera”. A la Señora Sánchez Camacho lo que habría que preguntarle es si opinaba lo mismo cuando esos inmigrantes ocupaban puestos de trabajo que aportaban desarrollo y riqueza para la economía catalana y española, y si a quien quiere expulsar es a la mujer ecuatoriana que limpia en su casa o la inmigrante filipina que cuida de su hija. Al Señor González hay que recordarle que una cosa es el padrón, que es un registro para saber cuanta gente vive en una localidad y otra muy distinta las normas de habitabilidad de cada municipio, y que si hay infraviviendas lo que debe hacer el ayuntamiento de Torrejón es promocionar más vivienda de protección oficial y negar la cédula de habitabilidad a aquéllas que no reúnan las condiciones para ser habitadas.
Digamos las cosas por su nombre: lo que está haciendo el PP con su posición ante los casos de Vic y Torrejón es mero cálculo electoral. Como en tantas otras ocasiones está poniendo en marcha un discurso xenófobo y racista dirigido a conectar con los instintos más primarios de los ciudadanos, a la búsqueda del voto de aquellas personas que se han quedado sin trabajo y que, sin analizar con suficiente detenimiento la situación real de las causas del paro, piensan que expulsando a los inmigrantes ellos tendrían más oportunidades.
Esta forma de hacer política es despreciable, repugnante y merece el mayor desprecio, político y personal, a quién la hace. Contribuye a la fractura social y pone en peligro la convivencia cívica. Si seguimos atizando la hoguera de la exclusión y el racismo y mañana se produce una revuelta como sucedió en los suburbios de París o en El Ejido o Alcorcón hace años ¿quién será responsable?
Seguro que los que ahora contribuyen con su comportamiento insensato y corto placista a la erosión de la buena convivencia de todos estos años “esconderán la cabeza bajo el ala” y saldrán con la cantinela de la “falta de seguridad pública”, ¡culpando al Ministro Rubalcaba! La cuestión es seguir en la espiral electoralista y ver por dónde se puede seguir arañando un puñado de votos aunque pongamos el País patas arriba.
¡No me extraña que en las encuestas los ciudadanos digan que los políticos son el segundo problema de España!

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